Para mí es un honor presentar el poemario LAS CALLES DE LA EXISTENCIA, una obra sublime de uno de los mejores autores noveles que he leído...y no son pocos. Y es que sólo hay una palabra capaz de definir a Carlos Crespo como escritor: POETA!!!
BIOGRAFÍA
Carlos Crespo González, escritor de 55 años, estudioso de la antropología y la historia como camino para entender el mundo. Lector y escritor empedernido tanto de narrativa como de poesía, el existencialismo, la realidad ficcionada, la novela costumbrista y urbana son mi campo. En poesía un conglomerado que abarca principalmente el surrealismo, la poesía existencial, esos malditos de corazón roto, todo aquello con alma y contenido. Llevo años escribiendo por necesidad de expresión vital, decenas de manuscritos, historias y poesías habitan mis cajones. He colaborado en revistas de difusión cultural y social, autor del libro Eutanasia en nueve actos publicado en 2022, ganador del primer premio a mejor libro, y mejor autor otorgado por la web Las cenizas de Welles, mis últimas publicaciones han salido en la revista letras salvajes y la publicación del festival internacional del libro INDAI. En noviembre de 2023 publiqué el poemario Las calles de la existencia, que va por su segunda edición y me ha regalado momentos memorables. Organizo los Encuentros de poetas en El Retiro, y en general participo de toda actividad que fomente la literatura en cualquiera de sus formas.
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RESEÑA: CARLOS CRESPO: POETA...
Hace mucho que le debo a mi compañero y, sin embargo, también amigo, Juan Carlos Crespo González, (ya sé que sólo Carlos jeje) esta reseña. Pues hace igualmente tiempo que me dejó leer con absoluta generosidad su poemario “Las calles de la existencia” Y no ha podido ser hasta ahora que me siente en mi oficina para dedicarla unas líneas, no sin antes agradecerle todo su apoyo y reiterarle, cosa que le he dicho en privado y en público, que me parece uno de los mejores autores poco conocidos que he tenido la fortuna de degustar.
Si, degustar, ya que considero que, con este pedazo de autor, como si su texto fuera un trozo de irresistible presa paleta, hay que usar palabras groumet, a pesar de ser yo, en la cocina, más de hamburguesa y patatas fritas que de exquisiteces varias, para qué nos vamos a engañar. Pero si nos atendemos a la definición de la RAE, no estricta claro, dicho vocablo significa alimentarse, sí, pero con deleite y yo ya sabía, desde el minuto uno, que me iba a deleitar con una obra breve, pero tan intensa como un relámpago en mitad de la noche. Un ramillete de poemas que me reafirman en lo dicho anteriormente y es que no estoy ante un escritor cualquiera ni ante un libro cualquiera. Estoy ante una persona, y lo subrayo, que realmente tiene el don de la palabra, y ante una creación de una calidad artística inmejorable. Uno de esos trabajos que te tocan el alma, aunque no quisieras que nadie llegase a ella. Porque el arte no entiende de perspectivas, se siente o no se siente.
“Eutanasia en nueve actos” ya me hizo ver a un dramaturgo poderoso, brillante, ágil tanto en el verso como en la prosa e inteligente y sagaz en sus contenidos. Eutanasia es, así, una novela importante que podría pertenecer a la bibliografía de un autor consagrado, ser referente y, por qué no decirlo, vender miles de ejemplares. No obstante, y a pesar de domar la palabra con auténtica maestría, no conocía la faceta de Carlos como poeta puro o estrictamente dicho, (que mecánico me ha salido siendo un sustantivo tan grande y abstracto al mismo tiempo)
El caballero del que hablamos, empero, había sido cocinero antes que fraile, y como yo no lo conocía previamente, pude asistir atónito y a partir de ese momento, a su incombustible compendio de poesías a través de Facebook. Poesías, como digo, de las más variadas formas y tamaños, de los más variopintos placeres y sinsabores, de todo lo vivido y añorado, de todo lo conseguido y lo luchado…Por tanto, este trovador, a veces romántico y erótico y otras más bien melancólico y combativo, se mostraba ante mí como un escritor mayestático, pues considero que es en la poesía, como dicen que también los actores en el teatro, donde se forja el carácter de alguien que quiere convertir, de juntar una palabra con otra, su camino y su meta.
Y no creo que haya mayor virtud que la de escribir con el corazón, un músculo que se usa poco, para definir a este cocinero de sueños, que sazona cada estrofa con una pizca de ingenio, otra de sentimientos a flor de piel, otra de sensualidad y locura y dos o tres tazas de talento, pero talento de verdad. Apunten la receta.
Y apunten también una palabra, un sustantivo, que identifica, sin duda, al demiurgo, (para mí todos somos dioses de nuestra obra, nuestro propio micro mundo) y que, pienso, honestamente, que lo define más que cualquier otro en el mundo: Poeta. Pues su literatura alberga la piel, siempre frágil y paradójicamente siempre fuerte, de los que así han de llamarse. Una piel, digamos, salvaje y libre, que consigue lo que se propone y lo que muy pocos logran, emoción sin límites.
Y pasmoso es que lo consiga a través de la sencillez, con unos versos muy depurados, que, si bien no están exentos de recursos, están tejidos con mimo, con una delicadeza sublime, dosificando siempre el efecto, inmediato y sutil de la lírica, que, de algún modo, ha de alcanzarse. Y de esta forma, se dibuja una obra poética perfecta, que enamora (yo ya lo estoy, sin duda)
De temática rica y variada, Carlos navega por las calles de sí mismo, sus recuerdos, sus miedos, sus conflictos internos y al mismo tiempo lo hace por las de su ciudad natal, siempre refugio y paradójicamente, siempre cárcel, dibujando un mapa de la capital de España que a veces es soga, otras, puro júbilo y otras, incluso, misterio y fascinación, como el advenimiento de un regalo inesperado en cada esquina. Porque el lugar que nos vio abrir los ojos o en el que nos enamoramos u odiamos con intensidad, es un espacio que contiene nuestra memoria sí, pero también parte de nuestra propia alma, ese más allá del que, lógicamente, se duda, pero que a veces aprieta en el pecho, como un latir diferente e inesperado.
Y veo, por tanto, mucha melancolía en lo descrito, hacia tiempos pretéritos que ya no van a volver, hacia personas que se fueron, a momentos que se quedaron en la retina y el pensamiento de forma continuada. También mucho desaliento y, sin embargo, esperanza, esperanza a borbotones y grandes motivos para salir adelante, siendo el espíritu de lucha lo que, en este caso, salva y aún mantiene en pie al trovador que canta mientras pisa firma estas aceras introspectivas. Este análisis de la conciencia humana vestido de buenos versos.
Pero también hay tiempo para los viajes en la memoria de este poeta y nos vamos con él hacia preciosas ciudades a través del mundo, (una vez más el lugar como elemento fundamental de nuestras experiencias, el enclave de nuestras sensaciones y recuerdos vividos) a Praga, Biarritz, Burdeos, Budapest e incluso a la lejana península de Kamchatka, que reconozco, no conocía. Y me alegra poder aprender cosas nuevas cada día.
En definitiva, una obra magnífica, de un autor que, por desgracia, ya no es de este tiempo, pues parece que el hombre está olvidando que la palabra debería ser su cuna, un lugar en el que refugiarse. Para los que todavía estamos en esta guerra: NO SE LO PIERDAN…
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