—Empezó con un parpadeo, supuse, como es normal, que había sido imaginación mía, pero hubiese jurado que mi reflejo había parpadeado antes que yo. Lo achaqué al cansancio, terminé de asearme y me fui a dormir. Ese fue el principio.
—Esa fue la primera vez, pero, ¿en que momento te empezaste a asustar?
—Esa misma noche. Me levanté a orinar, eran las cuatro de la madrugada. Tengo..., tenía el espejo en el centro de la pared del baño y para ir al váter, tenía que cruzar por delante. Al pasar, de vuelta a la habitación, mi reflejo me miró, fue algo inexplicable, pero sentí su mirada. Me giré asustado y noté como el reflejo giraba antes que yo, aunque fueron milésimas, para cuando me giré por completo, él ya estaba quieto y atento. Me acerqué extrañado y me quedé mirándolo. No sabe el miedo que sentí… —Paró de hablar. Esos momentos eran clave para el doctor, en esos silencios, suelen verse pruebas de la veracidad o no, de lo que cuenta el paciente, veracidad para él mismo. Se le había erizado la piel de los brazos—. ¿Ha visto usted alguna vez a su reflejo con los ojos cerrados?
Ahora era al doctor al que se le había erizado los vellos. Se movió un poco incómodo en el asiento. Después de tantos años seguía impresionándose con algunos casos.
—Di casi un salto hacia atrás —continuó—, pero sin perder la imagen de vista; no volví a ver nada extraño, me acerqué de nuevo, despacio, pero todo parecía normal, “puto sueño”, pensé y me fui a la cama de nuevo, iba casi temblando.
—Según cuenta, su reflejo se movía de forma extraña, pero solo a veces, ¿no?
—Al principio.
—¿Quieres decir, que terminó por… —No sabía que palabras usar para aquello—, ocurrir siempre?
—Si, pero siempre que me encontrara solo, nadie vio nada raro nunca.
—Entiendo.
—¿Entiende? Imaginaciones mías, ¿verdad? Diagnóstico, locura.
—He querido decir que le estoy entendiendo perfectamente.
—Ya —Ese “ya” sonó irónico—. Ni se imagina en los sitios donde podemos ver nuestro reflejo, el espejo es el más claro y al que todos acudimos a vernos, pero hay tantas cosas capaces de devolvernos nuestra imagen, a veces de forma distorsionada, pero nuestra imagen al fin y al cabo, que es casi imposible huir. No podía salir a la calle; los escaparates y las lunas de coches, me hacían sentirme observado, rodeado por mi mismo. Dentro del coche era peor, ahí, además de observado me sentía atrapado. En cualquier cosa me veía sonriendo si yo estaba serio o serio si sonreía… Se burlaba de mí.
—Según dice, los reflejos parecían burlarse de ti, moviéndose a su antojo, ¿Pero hay algo más? ¿Algo que lo llevase a hacer lo que ha hecho?
—Si.
Se hizo un silencio entre los dos, que terminó por incomodar al doctor.
—¿Se encuentra bien?
—No.
—Si quieres seguimos hablando en otro momento —No quería obligar al paciente, necesitaba que estuviera lo más cómodo posible.
—Amenazas —soltó de pronto, casi gritando—. Comenzó a acompañar las sonrisas y miradas de enfado con gestos de amenaza: la mano en el cuello estrangulándose, en la sien a modo de arma, simulando que empuñaba un cuchillo y se cortaba las venas —Paró de hablar y continuó después de unos segundos—. Me encerré en mi casa, no salía para nada. Había tapado todo lo que pudiera reflejar, pero aún así, no estaba tranquilo, tenía la sensación de que estaba detrás de cada tela con la que lo había cubierto todo, sentía que me veía. La última noche, después de varias sin dormir, había caído rendido cuando me despertó un ruido desde el baño, era un sonido extraño y desagradable, más tarde descubriría que era ese sonido, un sonido premonitorio. Me levanté, encendí las luces y al llegar vi algo que me heló la sangre, era imposible que la tela se cayese sola del espejo, la había fijado a conciencia, sin embargo, descansaba sobre el lavabo. Me acerqué despacio, temblando de miedo y me puse frente a él. Ahí estaba yo, en el reflejo había sangre, mucha sangre que lo manchaba todo: el lavabo, las manos y sobre todo el rostro, el rostro no tenía… no tenía ojos, se los había arrancado, entonces lo vi claro. ¿Puede imaginarse que era el desagradable ruido que me despertó?
El doctor estaba impresionado por lo que estaba oyendo.
—¿Fue el reflejo el que le dio la idea?
—¡Sí! —gritó, de pronto parecía muy alterado, empezó a girar la cabeza de un lado a otro, como temiendo que apareciera su reflejo en cualquier momento, cosa que era imposible.
—Tranquilo, no tiene nada de que preocuparse; aquí donde estamos no hay nada donde pueda reflejarse.
El paciente se detuvo, ahora parecía completamente tranquilo, como estaba antes de empezar con la sesión.
—¿Seguro?, ¿nunca se ha visto reflejado en los ojos de alguien?
Tenía delante un paciente, que había llegado a la auto lesión, en un ataque de terror se había vaciado los ojos él mismo, aún así, con una aparatosa venda, tapándole las heridas, se sintió observado; hubiera jurado que el paciente lo veía.
Después de otro incómodo silencio, continuó:
—Qué tonto fui, creí que los ciegos no tenían reflejos.
El doctor no vio el peligro hasta que fue demasiado tarde. El paciente saltó sobre él, clavándole los dedos en los ojos, con una fuerza animal. Para cuando sus gritos alertaron a los demás y llegaron para ayudarle, el doctor tenía dos profundas heridas donde debían estar los ojos.
Entre sus lamentos y las voces de los enfermeros, intentando controlar la situación, se oía al paciente susurrar, “Qué tonto fui, creí que no tendría reflejo, creí que no tendría reflejo”.
Sinceramente me ha atrapado, excelente, le doy 10 puntos. Felicitaciones.
Excelente. el real terror generado desde la siquis en caos. Le doy 8
8 puntos para esta obra
Un buen manejo del estilo narrativo exigido. Le otorgo 4 puntos. ¡Felicitaciones!
Muy bien escrito y original , pero hay mucha competencia. Le doy 5 puntos