DAVID MÁS DOBLADO: EL INFIERNO ESPERA. (FINALISTA)

Jack estaba tumbado en su propia cama desde hacía un par de días. Él sabía que había llegado la hora de su muerte, pero no le tenía miedo… Solo una cosa inquietaba de veras la mente de Jack: morir con sus pecados a cuestas. La terrible sugestión que la religión había inyectado en él como un veneno, le convertían en un ser sórdido y amenazado. El temor a un Dios vengativo transmutaba de manera espantosa la imagen de aquel irremediable tránsito por el que todos debíamos pasar, provocando conscientemente el temor a la muerte. Hacía varias horas que había hecho llamar a un sacerdote, pero por algún desconocido motivo aún no se había presentado en su casa. Cada minuto que pasaba podía percibir cómo la vida se le escapaba de las manos, y sin remedio alguno se deslizaba hasta donde le era imposible alcanzarla. Cada vez que respiraba se le hacía más difícil aspirar aire hacia sus pulmones, y el gran esfuerzo que realizaba le dejaba cada vez más exhausto. Enseguida los nervios comenzaron a apoderarse de Jack. Sabía y recordaba con claridad todos los actos de los que no se sentía orgulloso, todos los pecados que sin duda alguna le condenarían a un aterrador sufrimiento en el fuego eterno. Primero le sobrevino el enfado, y poco a poco ese enfado se fue convirtiendo en agonía, pero solo en un instante todo aquello se convirtió en miedo, en terror en estado puro. Comenzó a tener visiones y alucinaciones, en las que se veía a sí mismo devorado por un imponente fuego, ardiendo bajo la incandescencia de las llamas. Al abrir los ojos se encontró solo en su habitación, solamente pudo percibir el suave destello que emitía la pequeña vela de la mesita de noche. De pronto notó cómo las sombras de la habitación se movían, y cambiaban de forma de manera poco corriente, dibujando siluetas y ángulos extraños, que en determinados momentos parecían adquirir cierta profundidad. Poco a poco las sombras se fueron esparciendo por toda la habitación y devoraron la luz en apenas unos segundos. Cuando Jack se quedó completamente a oscuras, fue cuando comprendió que justo en ese momento acababa de morir.

Sin saber por qué, se encontró cayendo por un oscuro y pestilente abismo, abriéndose paso hacia las profundidades de la tierra. La oscuridad era tan intensa que era incapaz de ver absolutamente nada, y aterrorizado comenzó a gritar como nunca antes lo había hecho. De pronto, notó cómo algo rasgaba su piel produciéndole un dolor agudo en el brazo. Pronto la herida comenzó a quemarle hasta convertirse en un dolor insoportable. Cuando aún seguía sumido en su tormento, centenares de garras aparecieron de entre las grietas de la roca desgarrando la carne de Jack. Unos segundos más tarde, un estruendo ensordecedor se apoderó de todo el lugar. Extraños bramidos surgieron del interior de la roca, que inauditamente se mezclaban con desgarradores aullidos de terror, gritos de llantos y de lamentos, súplicas que Jack era incapaz de entender. Todo aquel pandemonio enloqueció a Jack en su caída más de lo que él nunca hubiera imaginado. Parecía caer sin cesar, como si el suelo solo fuera una imaginación suya, como si en realidad nunca hubiera existido más que en su cabeza. De pronto, sin darse cuenta, se encontró en una enorme sala, que a primera vista no pudo distinguir. Se sentía extraño, pues seguía notando la sensación de caer al vacío. Al observar su cuerpo descubrió que no tenía ninguna herida. Por un instante creyó y pensó que todo aquello había sido fruto de su perturbada imaginación. Pero rápidamente supo que no, pues el dolor había sido muy real. Pausadamente volvió en sí e intentó relajarse lo suficiente para no perder el control. Al alzar de nuevo la vista, aquella sala parecía haberse convertido en una pequeña plaza de mercado. Decenas de personas iban y venían observando las mercancías que ofrecían los puestos. Enseguida todo aquello se le hizo vagamente familiar, aunque aún no sabía el por qué. Entre toda aquella multitud había un par de chiquillos que le llamaron particularmente la atención. Iban de un puesto a otro mirando y manoseando todo lo que encontraban a su alrededor. De pronto, se percató de que uno de ellos alargaba el brazo introduciendo algo en el bolsillo de su chaqueta. Al fijarse de nuevo en aquel chaval, descubrió que le resultaba terriblemente familiar. Decidió acercarse un poco a él, e inquietado comprobó que aquel chiquillo era él mismo. Una sensación extraña se apoderó de todo su cuerpo, sentía el mal como algo físico. Con una velocidad asombrosa todo su organismo comenzó a contraerse de manera poco usual. Cerró los ojos para intentar persuadir aquel dolor, pero al abrirlos se encontró con una nueva sorpresa más desagradable. El viejo mercado había desaparecido completamente de su vista, comprobó para su pesar que en realidad se hallaba en un lugar frío, oscuro y desolado. Como si de una pantalla gigante se tratara, visualizó en su mente cada uno de los robos que había cometido durante toda su larga vida. Y pudo percibir cómo el miedo crecía en su interior, advirtió que algo terrible estaba a punto de suceder. En aquel preciso instante apareció una repulsiva criatura, que reptando sobre su propio peso se deslizaba por el suelo gracias a las múltiples secreciones que fluían de su piel. Se acercaba a Jack con suma lentitud, hasta que se quedó justo delante de él mirando fijamente a sus ojos.

— ¿Tienes miedo? —susurró la criatura.

Jack se quedó paralizado ante esas palabras, incapaz de responder o de hacer señal alguna. La criatura volvió a repetir

—: ¿Tienes miedo? —

-Creo que estoy muerto.

— ¿Acaso sabes lo que es la muerte?

Después de decir estas palabras se produjo un prolongado silencio, roto solo por los latidos de su corazón a cada pulsación.

— ¿Dónde estoy? ¿Qué es todo esto? —exclamó Jack asustado.

— ¿Aún no te has dado cuenta? —Le dijo la criatura sonriendo.

—Sé que estoy muerto. ¿Qué otra cosa podría estar sucediendo?

—Es lo que tú quieras que sea —dijo la criatura señalando la mente de Jack con uno de sus tentáculos.

Acto seguido aquel ser agarró sus brazos, y con una fuerza asombrosa le arrancó ambos de cuajo separando sus huesos de un solo movimiento. Jack, atormentado por el dolor, se dejó caer al suelo. Pero justo en el momento en el que debería de haber tocado tierra, se encontró en medio de una gran plaza. En ella había cientos de personas poseídas por una feroz histeria, gritando e insultando, arrojando decenas de objetos al rostro de Jack. Enseguida se dio cuenta de que tenía los brazos sujetos a un artefacto de madera, justo las manos le quedaban libres. Ante su sorpresa vio cómo un grotesco ser se acercaba a él con un hacha en la mano. No pudo verle la cara, la tenía cubierta detrás de una tela negra, adquiriendo así la apariencia de un auténtico verdugo. Antes de saber qué era lo que estaba sucediendo le habían seccionado una de las manos de un solo corte. Las personas que estaban allí presentes gritaban enloquecidas por la sangre, parecían disfrutar de manera desmesurada ante su sufrimiento. Para su desgracia, aquello no acabó así, en apenas unos segundos perdió la única mano que le quedaba. Sintió un dolor desorbitado, mientras la sangre no paraba de brotar de sus miembros amputados. Antes de poder desmayarse y perder el conocimiento, vio que toda aquella multitud se abalanzaba sobre él. Para su desgracia no pararon de golpearle hasta que su cuerpo se quedó destrozado y desmembrado en varios pedazos. Al abrir los ojos, no pudo ver con claridad. Apenas notaba su cuerpo. Solo al cabo de unos minutos comenzó a ver un poco mejor. Observó una sombra oscura que se mecía levemente delante de él. Jack se dio cuenta de que se encontraba tirado en el suelo con los brazos estirados. En unos segundos comenzó a sentir un pequeño cosquilleo en las manos, que se fue esparciendo por todo el brazo. Era una sensación extraña y cada vez podía percibirla con más intensidad. No podía saber de qué se trataba ni tampoco moverse del suelo, así que no tuvo más remedio que esperar a que su vista se recuperara poco a poco. Aquella sensación fue aumentando con lentitud hasta el punto de comenzar a ser molesta y dolorosa. Algo parecía rozarle las manos continuamente y en ocasiones podía apreciar cómo tiraban con fuerza de ellas. Aquello le asustó de veras, pero no podía hacer nada para evitarlo. Solo su horror se hizo patente cuando recuperó totalmente la vista y pudo ver lo que tenía delante de él. La sorpresa le sobrevino al darse cuenta de que una especie de perro salvaje le estaba devorando literalmente las manos. Sus enormes colmillos arrancaban a pedazos su carne destrozando sus huesos, y Jack pareció enloquecer al ver cómo aquel animal lo despedazaba con un ansia desmedida. Pero por desgracia tenía el cuerpo inmóvil, y no podía hacer nada para remediarlo. Solo sufrirlo.

Jack perdió las manos al menos un centenar de veces, y todas de manera totalmente diferentes. Exhausto y desamparado se quedó tumbado en el suelo esperando su triste final. En aquel momento de soledad y oscuridad comenzaron a brotar voces en su cabeza, hablando todas a destiempo. Descubrió, al separar las voces, que todas provenían de la misma persona, pero en diferentes épocas de su vida. Eso lo pudo saber porque esas voces eran su propia voz en el paso del tiempo. Aquellas voces solo decían mentiras, todas las mentiras que había dicho conscientemente durante toda su vida. Estuvo unos cuantos días sufriendo sus propias mentiras, hasta que llegó un punto en el que creyó perder el juicio. Con todas sus fuerzas gritó y gritó hasta que algo le sujetó de la lengua y de un tirón se la arrancó de cuajo. Al llevarse las manos a la boca, se dio cuenta de que tenía la lengua en su sitio y respiró con alivio, pero apenas fue una ilusión. Justo en el momento de volver a abrir la boca sintió cómo su lengua se caía a pedazos, como si sufriera una especie de descomposición avanzada. Pronto esa sensación fue introduciéndose por el paladar hasta invadirle toda la boca, y más tarde se fue introduciendo por la garganta hasta llegar a lo más profundo de sus entrañas. En apenas unos minutos pudo presenciar la descomposición de su propio cuerpo con total consciencia. Gradualmente, la carne fue perdiendo su consistencia y comenzó a desprenderse de sus huesos, de tal manera que pequeños trozos comenzaron a caer al suelo, dando la sensación de tratarse de una macabra lluvia de carne descompuesta. Todos los fluidos de su cuerpo fueron rechazados totalmente, sufriendo las terribles consecuencias que eso conllevaba. La descomposición de su materia corpórea fue lo que experimentó por todas las mentiras que había dicho en vida.

De pronto, le sobrevinieron pensamientos sobre el sexo, de cómo su frustración hacia él había hecho que todas sus fantasías fueran distorsionadas y poco naturales. Imágenes de brutal violencia emanaron de su mente, pudiendo observar cómo él mismo violaba a su mujer en repetidas ocasiones. Jack tenía tantos pensamientos sucios que comenzó a temblar por todo lo que se le podía venir encima. Antes de que la primera gota de sudor tocara el suelo, apareció la silueta de una mujer en la lejanía. Cuando la tuvo justo delante, se armó de valor para mirarla a la cara. Deseó no haberlo hecho, porque lo que vio invadió de pánico su mente, aquella mujer tenía la cara de un hombre. Un hombre frío y violento, ¡su propia cara! Sin decir una palabra aquella especie de mujer lo agarró del brazo con una fuerza extraordinaria y lo lanzó contra la pared. Antes de caer lo agarró por la cabeza y comenzó a tocarle por todo el cuerpo de manera violenta. Su respiración sucia y desesperada se le clavaba en el cuello mientras le envestía una y otra vez. En ese instante le arrancó la ropa de cuajo y sintió cómo le desgarraba la piel. Enseguida, una gran cantidad de sangre comenzó a resbalar por ambas piernas, en pocos segundos se formó un repulsivo charco de fluidos a sus pies. Para su desgracia podía ver su rostro reflejado en su propia sangre mientras era sodomizado. Ahora le tocaba a él sufrir las penurias de miles de mujeres. Tras horas o días de agonizante dolor y terror, no pudo resistir más y cayó al suelo desplomado.

Al abrir los ojos vio una figura tumbada en el suelo, se dio cuenta de que su perspectiva no era normal, pues podía ver aquel ser desde cierta altura. Al querer acercarse, se encontró delante de él en el instante justo en que lo pensaba. Cuando la luz proyectada llegó a sus ojos, vio que se estaba observando a sí mismo tumbado en el suelo. Al verse allí solo en el suelo, un fuerte sentimiento invadió todo su ser. Pudo percibir que había desperdiciado prácticamente toda su vida haciendo daño a las personas que más quería, y en cambio había dado más importancia a aquellas personas que apenas significaban algo para él. Vio claramente con qué brutalidad había maltratado a su mujer y a sus hijos, de cómo había abusado de las mujeres durante prácticamente toda su vida. Vio con lucidez cómo en todas sus acciones había tratado de sacar siempre algún beneficio a cambio, nunca se preocupó por el bienestar de los demás, solo actuaba para sí mismo. Pudo sentir que nadie le quería, y el respeto que los demás parecían tener hacia él, en realidad, se alejaba mucho de ser así, pues solo en apariencia lo era. Así llegó a la conclusión de que alguien que maltrataba y abusaba de los demás no podía conocer el amor. También entendió que todo el daño que hacía a los demás en realidad se lo hacía a sí mismo. Pues comprendió que todos éramos uno y que todos y todo estaba compuesto por la misma materia, que en realidad no había separación entre las cosas. Solo en apariencia. Se dio cuenta de que, al cerciorarse de estas cosas, su realidad se había transformado, en ese preciso instante, justo en aquello en lo que estaba pensando. Pudo ser consciente de su propia naturaleza de ser. Sintió un gran deseo de ser perdonado por las personas a las que había hecho tanto daño, y, en el momento justo del sentimiento, captó cómo era perdonado por todas y cada una de ellas, a las que había infligido su cobardía en vida. La paz y la tranquilidad fueron serenando su alma hasta que, finalmente, Jack averiguó que el único infierno que existía estaba en su cabeza. Que todo el dolor que sufríamos era a causa de ir por la vida dormidos y sin conciencia. Se podría decir que ese era el único infierno que existía.