ELIZABETH UGALDE VELOZ: EL SUSURRO.

Hoy salí un poco más tarde de la universidad, estamos en exámenes y uno de mis alumnos se tardó más de lo permitido resolviendo la materia que tanto le cuesta comprender, así que decidí retirarle la hoja sin terminar, qué más da, de cualquier forma lo reprobare, salgo del salón maldiciendo el examen, maldiciendo al chico, maldiciendo su inteligencia, maldiciendo todo a mi paso, lo único que quiero es llegar a mi casa y dormir.

Camino arrastrando los pies, con la vista mirando el suelo, pateando las latas vacías y murmurando maldiciones, sin darme cuenta tropiezo con un hombre al que no puedo verle el rostro pues trae un sombrero y un abrigo que le tapa de la nariz hacia abajo, solo sus ojos son visibles, me mira frunciendo el ceño y me aparta del camino diciéndome con voz muy ronca lo torpe que soy, yo quito su mano de mi hombro bruscamente y le digo unas cuantas de las maldiciones que me vengo repitiendo, además, le grito, que él es quien se cruzó en mi camino y más le vale que no se meta conmigo pues le hare tragar sus palabras y lo perseguiré hasta mandarlo al otro mundo, el hombre ríe a carcajadas, se quita el sombrero y se baja la solapa del abrigo, puedo ver su rostro que es tan pálido como una hoja de papel, tiene unas enormes ojeras y completamente calvo, ahora es el quien me maldice diciendo que no tendré que perseguirlo, que de ahora en adelante el estará siempre conmigo, a mi lado, en mis sueños, sobre mí, me da tanto miedo su voz ronca, su aspecto fantasmal y los ojos brillosos como brazas, que no puedo articular ningún sonido, al querer escapar me caigo de espalda, me arrastro hasta topar con pared, con dificultad, me levanto sin quitarle la mirada a ese ser tan extraño, le doy la espalda y comienzo a correr tan rápido como me es posible.

Llego a mi casa y cierro la puerta con llave y cerrojo, yo solo me regaño diciéndome que eso me pasa por estar maldiciendo sin ton ni son, trato de tranquilizarme un poco pues mi corazón está a mil por hora, bebo un poco de agua, prendo la televisión para distraer mi mente, busco un programa cómico, algo alegre, prendo todas las luces y pretendiendo borrar de mi mente lo vivido comienzo a cantar una canción de mi infancia, “Duérmete niño duérmete ya o viene el coco y te comerá” no, esa canción no, es una muy mala elección, no entiendo porque me da miedo, así que mejor dejo que la televisión siga hablando.

Un poco mas tranquilo preparo todo para mañana temprano volver a mi rutina, busco mi ropa, boleo mis zapatos, acomodo mi lámpara pues aquí es frecuente que se vaya la luz, dejo la cafetera programada para mi café matutino y decido finalmente, irme a dormir, pienso que son tonterías y que todo es culpa del estrés en la universidad, con tantos jóvenes flojos que solo van a pasar el rato, deberían aprovechar la oportunidad que tienen, y no mal gastar su tiempo y mucho menos el mío, poco a poco me voy quedando dormido.

Hasta que un susurro venido de alguna parte de la casa, me hace despertar, agudizo el oído para saber de dónde proviene, pero no logro saber exactamente de donde, a veces lo escucho en la parte trasera de la casa, de pronto lo escucho en la calle, pero de inmediato se oye en la cocina, así que me obliga a levantarme e ir en búsqueda de que es, o quién es, para mi mala suerte no hay energía eléctrica, pero estoy convencido que alguien entro a mi casa, no tengo idea como lo habrá logrado, pero seguramente lo hizo, ya que vivo solo y ningún objeto puede hacer una exacta réplica de un susurro casi inaudible, ese susurro parece decir algo, cuyas palabras escasas se vuelven sonidos guturales o un simple ssshhh pero que pueden distinguir mis oídos.

Me levanto de la cama, tengo frío, mucho frío y la oscuridad densa ni siquiera permite que pueda ver más allá de mi nariz, ni el brillo de la luna que se ve por la venta da luz a esta oscuridad, estiro mis manos para poder palpar las paredes, camino hasta la cómoda, ¡diablos! no está la lámpara, podría jurar que antes de irme a dormir ahí la dejé, en fin quizá solo creí haberla puesto, puede que esté en algún cajón de la cocina, así que bajo las escalera casi a ciegas, vuelvo a escuchar el susurro, lo escucho en la sala, así que me armo de valor y me dirijo hacia allá, completamente ciego, solo puedo guiarme con el conocimiento que tengo de cómo está distribuida la casa y palpando la pared o los muebles, aparentemente todo está en orden, me tranquilizo un poco, pero nuevamente escucho ese sssshhhhh cerca de mi oído, caigo de espaldas al sillón e intento ver algo, comienzo a manotear por si hay alguien o algo junto a mí, pero nada, trato de tranquilizarme diciéndome que todo es mi imaginación y repito, “No hay nada en la oscuridad, no hay nada en la oscuridad, no hay nada en la oscuridad”, busco con mis manos sobre la mesita de centro que esta frente a mí, quizá ahí deje la lámpara, pero solo encuentro un encendedor, que justo ahorita es como una gran luz de fuerza y valentía, lo enciendo para buscar la lámpara, camino hacia el comedor, pero algo sopla para apagar la flama del encendedor y escucho una vez más ese escalofriante sssshhh, esta vez parece venir del piso de arriba, del piso del que vengo, a decir verdad esto es alucinante, empiezo a sentirme perdido en mi propia casa, en el lugar donde he vivido por algunos meses, los susurros son extraños, cambian de murmurar algo, a solo decir ¡Shhhhh!, cada vez se aproxima más, yo me siento muy pesado, incómodo, el terror está invadiendo mi ser, es algo demoníaco, fantasmal o una pesadilla, estirando mis brazos logro encontrar el cajón y a ciegas encuentro la lámpara.

Al encenderla todo parece cobrar vida, puedo al menos ver algo, pienso que lo mejor es que vaya a mi habitación, me siento cansado, debe ser el sueño y el terror que tengo, pero debo ser fuerte, soy el único aquí y no puedo salir gritando como un demente, aunque realmente es lo que más deseo hacer ahora mismo, salir gritando pidiendo ayuda, tocarle a los vecinos para que una persona este conmigo y no pierda la cordura, hablar con personas, sentirme acompañado y, porque no, aceptaría hasta quedarme en la casa de alguno de ellos solo por esta noche, pero no me permito hacerlo, debe ganar mi raciocinio que mi locura.

Subo las escaleras con mucha dificultad, no tengo fuerzas para levantar los pies, llego hasta mi recamara con una gran pesadez, siento que algo anda mal, muy mal, hay algo que no concuerda, cada vez me siento más pesado, como si fuera cargando algo sobre mis hombros, me toco la espalda, los hombros, me sobo un poco, imagino que es el miedo que estoy siento, me doy la vuelta para verme al espejo de la cómoda, y alumbrando al mismo veo una de las cosas que jamás pensé ver, ¡aquel extraño sonido sí venía de algo!, viene de una criatura extraña y mórbida, aquella criatura ¡ha estado encima de mí todo este tiempo!

Muerto de miedo y con los ojos desorbitados, veo el reflejo del espejo que me muestra aquel ser pálido, casi transparente, con sus ojos clavados a los míos y una sonrisa diabólica, que me mira con ojos sádicos y después de soltar una carcajada venida del mismo infierno, logro ver como esa criatura se lleva uno de sus largos dedos a los labios antes de que la lámpara se apague y lo escucho decir en susurros ¡Shhhhh!.