Debieron pasar años. Seguramente mis padres habrán dejado de buscarme...o quizás ya hayan muerto
Cuando nos mudamos a este lugar hice nuevos amigos con los que compartía buena parte del día. A la salida de la escuela pasábamos delante de una antigua construcción sin ventanas a la que todos conocían como "la casa grande". No entendíamos por qué la llamaban así pues, por las dimensiones no podía tener más de dos habitaciones. Estaba en un terreno rodeada de árboles que apenas dejaban que se vea la fachada.
Cien años de abandono la habían convertido en un lúgubre monstruo de cemento, espantando a los supersticiosos que se persignaban cada vez que pasaban frente a ella.
Una tarde al regresar del colegio nos desafiamos a una prueba de valentía. Nadie quiso ser menos así que, todos nos acercamos a tocar las paredes de la casa. Como no pasó nada anormal, nos animamos a más. Cuando forzamos la puerta para entrar, ésta se deshizo entre una nube de polvo y polillas.
Los tres atravesamos el umbral y pasamos a una inmensa sala redonda en cuyo centro, tres perros de piedra parecían custodiar las numerosas puertas dispuestas alrededor. Era absurdo lo que estábamos viendo, las dimensiones de esa sala superaban ampliamente la superficie de la casa.
Nos separamos y cada uno abrió una puerta. Antes de entrar, pude ver en la penumbra a mis dos amigos sonreír nerviosamente
Después miré hacia atrás sin imaginar que esa sería la última vez que vería la sala redonda.
De ahí en más no hice más que buscar la salida en infinidad de puertas que me llevan siempre a habitaciones blancas iluminadas por una extraña fluorescencia.
A pesar del tiempo que llevo aquí nunca sentí hambre ni sed, a la vez que mi cuerpo siempre se mantuvo en mis ocho años de edad.
A veces de tanto abrir puertas, regresé a lugares donde había estado antes, hasta que en una oportunidad, al escuchar ruidos, corrí hacia otra habitación y descubrí a dos ancianos sentados en el suelo.
– ¡¡Oh Dios, es él!!– dijeron al levantar la vista.
Eran mis amigos... y por alguna razón, sí habían envejecido.
Lloramos sin hablar y luego, seguimos abriendo puertas...
Ellos murieron de viejos. Yo sigo siendo un niño.
Aún no encuentro la salida...
Una apreciable historia de terror, bien descrita, de pronta lectura, de interesante trama. Le asigno 8 puntos.
Entretiene pero no me convence demasiado Nunca me gustaron las historias de casas embrujadas porque no me las creo mucho CD Le otorgo 3 puntos.
Me gustó porque es entretenido, no
es muy extenso y original.
Puntuación ( nueve )
La casa grande: un relato muy ingenioso a pesar de que el tema de los laberintos haya sido tratado un centenar de veces. La brevedad del texto ayuda a que mi calificación sea un 8.
Una historia donde no falta la imaginación, la resolución (me refiero al final) de los hechos esta bien lograda, aunque en algunos puntos se podrían dar indicios del porque ocurren las cosas. Mi puntuación es un siete