El celular en modo vibración se activó súbitamente sobre el buró iluminando la habitación tenuemente. Juan Carlos despertó sobresaltado por el insistente zumbido, se incorporó y no pudo evitar un helado vértigo de asombro en el instante que leyó el mensaje del desconocido número:
“Soy Damián” 2:27 am
Era una llamada que ya dejó de esperarla porque debió llegar hace 5 años.
Las estadísticas policiales resultan alarmantes, sin que importe la edad ni sexo ni condición social, desaparecen personas en la ciudad de Quito, dejando una estela de pistas inconexas que no llevan a ningún resultado sino a los archivos de casos sin resolver. Puede verse en las estaciones de buses, en los postes de alumbrado público en las paredes de mayor concurrencia, copias de fotografías a color muchas ya deterioradas por la intemperie y el tiempo, solicitando ayuda y ofreciendo recompensas.
Era viernes, pero no llovía. La tarde se agotaba en una brisa de presagios ocultos sobre la ciudad de Quito. Platicando animadamente en una cornisa del arcaico edificio del hospital militar, Juan Carlos y Damián acordaron, animados por su espíritu aventurero, realizar un campamento en el bosque nativo del parque nacional Cotopaxi. Se conocieron al ingresar a la facultad de arquitectura y ahora, tres años después eran grandes amigos. La cita fue al siguiente día 06h:00 en la rotonda de la Villaflora desde donde tomaron el expreso que los dejaría en la carretera a la altura de su objetivo. A 3500 msnm a pesar del viento frio de 06°c de temperatura el día estaba radiante y prometía, como en efecto así fue, ser parte de una historia importante en sus vidas, aunque fuese de naturaleza oscura.
Después de una emocionante excursión por el páramo pluvial y la nieve se adentraron a pasar la noche en la penumbra silente del tupido bosque de ciprés y pinos donde canta el quilico. Armaron la carpa y encendieron la hoguera. La luna era certera y nunca hubo tantas estrellas sobre las cimas de los árboles mecidos por un desconocido céfiro.
Reían de su absurda respuesta en el último examen de estabilidad y debatían de cosas tan pequeñas como la eternidad, sintiendo que la vida pasa con la misma velocidad del viento entre los pinos. A mitad del sueño, en una hora imprecisa después de la botella de norteño, Damián despertó por el sordo peso de una presencia desconocida en la oscuridad, la hoguera estaba casi extinguida y el frio era intenso, la noche entre los pinos parecía susurrar sus nombres y no eran precisamente estrellas rojas las que flotaban en la oscuridad entre los árboles. El ronco y pesado gruñido hizo despertar también a Juan Carlos. Habían previsto de todo, imaginaron que en los bosques del páramo habita la danta, el conejo, quizá el venado, pero no pensaron en el lobo y afuera estaba una jauría salvaje y quizás hambrienta.
Se encontraban solos, indefensos, acosados no solo del peligro y del frio sino también del miedo en una oscuridad cada vez más tensa. Talvez fue una mala idea, pero era la única: decidieron correr. Las ramas de los árboles estaban muy altas para alcanzarlas, debían salir a prisa de la carpa y correr en dirección de la carretera sin imaginar que la brújula del instinto suele fallar ante la desesperación. Por primera vez en sus vidas se enfrentaban a un escenario mortal iluminados tan solo por la luz de sus celulares que a esa altura no tenían cobertura. Entre gritos desesperados, perdidos en su carrera ciega pudieron atisbar el milagro de un pequeño cobertizo de adobe techado con teja de arcilla en un claro del bosque. Tenían que llegar allí, era su salvación, los gruñidos rabiosos eran cada vez más cercanos, Damián tropieza y cae, pero en el instante en que son atacados salta del cobertizo un enorme lobo gris, blanco fosforescente bajo la luna y ante cuya presencia se detiene la jauría asesina, Un escalofriante aullido más dominante que la noche a mitad de la madrugada distante pareció detener el tiempo que es aprovechado por los fugitivos ingresando atropelladamente al interior. Eran dos habitaciones sin ventanas, pestilentes y rusticas, con piso de tierra y huesos devorados regados por doquier, pero era su casual refugio y eso ya era bastante. Con la puerta atrancada, sentados en un rincón, tratando de escapar del frio y del miedo, abrigándose entre sí, esperaron el milagro del amanecer.
Era una mañana radiante de domingo, apoyados en el GPS, tomando las máximas precauciones, pudieron llegar a la carretera. Solo querían volver a casa.
Durante el retorno Damián estaba sumergido en un silencio enigmático, pero claro, era comprensible, habían pasado una fría noche de terror y necesitaban descansar, al día siguiente debían regresar a las aulas de la Universidad Central.
Jota Mario acomodaba las ultimas mesas del bar que ya cerró hace un par de horas cuando se abrió estrepitosamente la puerta enrollable. Ingresó precipitadamente al local un muchacho de cabello errático, gafas redondas de carey oscuras y una gabardina de cuero negro que casi tocaba el suelo. J. Mario estaba seguro que puso el cerrojo en la puerta, tomó el revolver que tenía bajo el mostrador y apuntó, pero un segundo antes del disparo:
- ¡Espere! yo estoy aquí porque me necesita y yo a usted. La voz del muchacho sonaba enfática y convincente. Nadie debe saberlo, desde hace un tiempo en secreto, usted acude periódicamente al banco de sangre para calmar la presión que colapsa sus arterias y yo … yo necesito periódicamente de su sangre.
El lunes Damián no llegó a clases, ni el martes, ni el miércoles ni nunca.
El martes de un abril extenuante, una semana después de los acontecimientos del bosque, los familiares de Damián llegaron desde una provincia central del país a Quito para indagar su desaparición alarmante que fue el tema de varios noticieros por un largo tiempo. La policía investigó a cada uno de sus pocos amigos y compañeros y muy en especial a Juan Carlos que durante los siguientes años vivió el acoso de una policía que no creía en sus versiones. Las pistas los llevaron al bosque de pinos donde no encontraron ni lobos, ni cobertizo ni luna ni evidencias terminantes en su móvil. Al cabo de tres años las autoridades de un nuevo gobierno dieron por cerrado el caso.
El noticiero de la mañana anunciaba el alarmante hallazgo del cadáver de una mujer joven con su cuello cercenado, en la habitación de un motel en las afueras de la ciudad, en sus pertenencias no se pudo encontrar su teléfono celular, las cámaras de vigilancia solo podían identificar a un individuo de gabardina con cabello errático pero un rostro demasiado difuso para ser identificado.
- Damián!!?
- Si JC, soy Damián. Perdona que interrumpa tu descanso, pero no he podido esperar llamarte a pesar de intentarlo, tu presencia me resulta necesaria por lo que te pido de favor vernos mañana 18h.00 donde tu creas conveniente solo te pido de favor que no hables con nadie sobre mi, no aún, déjame contarte primero los pormenores de mi desaparición. Te parece?
- Son casi las tres de la madrugada, después de tanto tiempo no has podido llamar en una hora menos inusual ?
- Cambiaste de número telefónico JC y no ha sido sino hoy que pude encontrarte en los archivos del celular de una amiga tuya.
- En realidad eres Damián ? … no puedo creerlo ! … Damián, donde estuviste todos estos años? … ok, veámonos en la plaza de Sn Francisco, recuerdas la grada circular del atrio ?
… Rueda por los bares del boulevard, se alojado en un sucio hostaaaal ajá .. mientras esta cenando, junto a él se ha sentadoo, una joven, con la que irá a contemplaaaar … la luna llena sobre Paris … (La Unión – Lobo hombre en Paris)
Era una tarde gris, una fina llovizna caía sobre Quito y era Damián, si, estaba allí, esperándolo, seguía siendo puntual, era él, pero era otro, a pesar de su elegante gabardina, su cabello largo ocultándole parte del rostro, su inexpresiva mirada, el misterioso anillo en su mano derecha y su pantalón estrecho, era indudable su manera de pararse, de caminar.
- Damián!
- J C gracias por venir
Los amigos se dieron el abrazo fuerte de un reencuentro que quizá nunca esperaron, Juan Carlos no pudo sin embargo evitar un ligero temblor ante la impasible mirada de su amigo.
- Te escucho Damián …
J C, ante todo, permíteme pedirte perdón por mi involuntaria desaparición no solo de ti sino del mundo y que no podrás entenderme sin la explicación que voy a darte, pero antes déjame contarte que voy a ser padre y siendo tu el único amigo que tengo además de las costumbres familiares de mi esposa, he venido a solicitarte muy encarecidamente que seas el padrino de mi hijo.
Juan Carlos por supuesto sonrió ante el pedido y acepto agradecido la petición de su amigo.
Damián, mientras le contaba su versión, le invito a caminar hacia su casa, aquí nomas, a unas cuadras, donde tendría el honor de presentarle a su esposa y a su futuro ahijado.
Recuerdas la noche que nos perdimos en el bosque? Fuimos atacados por cuatro seres hambrientos que parecían lobos, fue una inesperada coincidencia porque también ellos venían de la ciudad. Espera! no me interrumpas. Y recuerdas aquel hermoso y grande lobo gris que nos defendió?... pues no, no era lobo, era loba.
Caminaron despacio, Juan Carlos escuchaba fascinado la historia como si se tratara de una atrasada confesión, avanzaron por la Benalcázar cruzando la 24 de mayo.
Nos arrinconamos de terror y frio en una esquina mientras escuchábamos los aullidos furiosos en la intemperie. Te dormiste, no se como pudiste tranquilizarte y te dormiste, yo permanecí despierto, una ansiedad dentro de mi esperaba lo inesperado, la puerta mal trancada se abrió y apareció lentamente la loba, allí en el eclipse del dintel, se puso de pie y pude ver en la turbia atmósfera de la noche, bajo la luz de la luna a la mas hermosa mujer que hayan visto jamás persona ninguna, desnuda, con una larga cabellera ceniza iluminada de cielo y unos ojos donde cabía el universo, cuando me sonrió supe que me había encontrado con mi destino, me extendió la mano y con mi ánima sosegada de una paz que hasta entonces no conocía la seguí hacia la otra habitación.
Las luces de la ciudad se habían encendido y una noche apacible cubría todas las calles de Quito, Continuaron por la Bahía en una de cuyas paredes aún se encontraba una deteriorada fotografía de Damián. Arribaron hasta la Ramón Nava, tomaron hacia la izquierda, la llovizna había pasado y curiosamente los ladridos de los perros callaban mientras avanzaban.
El domingo cuando retornaron del su aterrador campamento, Damián solo pensaba en ella. Tomaron en la carretera el expreso que no tardó en llegar y por primera vez no se fijo en las nubes erráticas cambiando imperceptibles su forma, ni en las viviendas casuales que empezaban a apagarse en el horizonte ni en los campos sembrados de brócoli, ni en su distante ciudad, ni en su familia ni en su madre, no, solo pensaba en ella. Con una ansiedad que llenaba su entendimiento, solo, en su alquilada habitación, observando las agujas góticas de la Basílica del Voto Nacional en un cielo turbio, decidió volver, no se terminaba el domingo, ella lo esperaba de pie al filo de la carretera, pudo verla desde la ventana del expreso, atravesó el asfalto de cuatro carriles sin medir el peligro, si, ella lo esperaba, Luna Llena era su nombre, con su largo cabello ceniza, su vestido beige que ondulaba en la brisa, le tomó de las manos con una ternura palpitante y le dijo: “Bienvenido a casa Damián”
Desde ese día J C, conocí un mundo maravilloso donde la vida trasciende en la noche y aprendes a cazar entre las sombras o entre las luces y la música estrepitosa de las discotecas, ajena al estrés de las labores cotidianas de la gente común, como verás, resulta necesario desaparecer del mundo.
Llegaron a un estrecho sendero de tierra que ascendía por un talud cubierto de grama hacia una casa de una planta con cerramiento de tapia. Damián abrió el portón y en el patio, Juan Carlos pudo ver a cuatro enormes perros, ¿eran perros? devorando trozos de carne fresca que se detuvieron un instante como reconociéndolo, siguiéndole con la mirada. Damián tomó del brazo a su amigo y le direcciona hacia la puerta principal que daba a un corredor que tenía en una de sus paredes varios sacos de algo que apestaba a mortecina, la luz del interior era exigua, se detuvieron por fin frente a una habitación y en el instante en que Damián abrió la puerta una ráfaga de aire denso y pestilente azotó el rostro de Juan Carlos que pudo ver asombrado, con espanto, a través de la atmósfera de harina, a una hermosa mujer desnuda, tendida sobre la cama, con una larga cabellera ceniza cubriendo su cuerpo, amamantando a un pequeño ser, tan hermoso como un oscuro bosque, mitad niño y mitad pesadilla.
Para esta obra 5 puntos
La temática terrorífica es impresionante de principio a fin. Me encantaron las descripciones sobre Quito, el Páramo Pluvial, el bosque de Ciprés, el Parque Nacional Cotopaxi. Le otorgo 4 puntos (para poder distribuir los que me fueron asignados entre otros compañeros). ¡Felicitaciones!
buen relato le doy 5 puntos
Me gustó mucho el principio. El desaparecido que llama a media noche. El desarrollo me gusto menos. Le doy 3 puntos.
¿Nadie vota. . .aún? Pues seguiré esperando que alguien se decida.-