Hoy tengo el inmenso placer de presentar a una poetisa maravillosa, de esas con cuya frase se eriza algo en nuestra alma. Lorena Larrañaga ha hecho un poemario increíble que puede encontrarse en el siguiente enlace: https://libreriaabrente.es/products/piel-de-espera-y-lluvia BIOGRAFÍA Lorena Larrañaga (Valencia, 1973). Economista por la Universidad de Valencia publicó Piel de Espera y Lluvia, su primer poemario, en 2021 en la Editorial Medulia Poesía. Presentó el poemario en la Feria de A Coruña en agosto de 2021, con gran acogida por parte del público, como así señala el Diario en la siguiente noticia: Lleno en el primer gran sábado de agosto en A Coruña (lavozdegalicia.es) Tras esta presentación en A Coruña, Piel de Espera y Lluvia se ha presentado en Cartagena, Madrid (en dos ocasiones), Burgos, Valencia y Alicante, teniendo ya previstos nuevos actos en Castellón, Barcelona, Avilés y nuevamente Madrid. Publica desde hace años en el blog propio “Cuando Ariadna se convirtió en laberinto y Minotauro”, así como en diferentes redes sociales y YouTube, a través del cuál difunde sus poemas recitados por ella misma como, por ejemplo, el grabado en Córdoba en 2021: Videopoema "Llamarte Amor" - Piel de espera y lluvia - YouTube También colabora semanalmente en el programa de radio Uróboros, de Radio Las Palmas y ha participado en programas dedicados a la literatura en la emisora de radio Radiópolis de Sevilla. Entrevistas: Diario de la Ribera: "Escribir ha sido en muchos momentos de mi vida una necesidad" .- Entrevistas DR - Hemeroteca - Diario de la Ribera RESEÑA: PIEL DE ESPERA Y LLUVIA DE LORENA LARRAÑAGA: DESCARNE QUE RECUERDA A LO MEJOR DE NUESTRA LITERATURA.
Hubo un tiempo en el que la literatura de nuestro país estuvo hecha de plata. Fueron años, los inmediatamente anteriores a la segunda república y durante ésta, en los que, sobre todo la poesía, cobró una fuerza arrebatadora por medio de autores tan polifacéticos como singulares y obras de una absoluta elegancia y perfección estética y narrativa. Cernuda, Alberti, Aleixandre, Hernández, Altolaguirre o Lorca, encumbraron las letras españolas hasta lo más alto de su cúspide y aún hoy en día son respetados y admirados en círculos universitarios internacionales. (Para mí esta plata se asemeja al oro y nos habría convertido en potencia si no hubiera sido por los terribles acontecimientos posteriores a los que honestamente, creo, no hace falta hacer referencia una vez más) Pero, supongo que te estarás preguntando ahora, ¿Qué tiene que ver esta “piel” que nos regala Lorena Larrañaga con lo arriba expuesto? Pues muy sencillo, todo o quizás nada. Todo porque su poemario me recuerda de forma explícita a ese glorioso momento de nuestra historia y nada, igualmente, porque es una impresión subjetiva, que puede no tener conexión alguna con la realidad o al menos con la opinión de la mayoría. Aunque la mía sea también, como no podría ser de otra manera, absolutamente inamovible.
Pero voy a dar mi punto de vista de una manera más concisa, para que se entienda mejor. Porque creo, sin fisuras, que Lorena escribe con la misma sensualidad de Cernuda, con la pasión de Lorca y con la serenidad de Hernández, por citar sólo a algunos de los célebres autores de aquel maravilloso movimiento artístico. Sus poemas, de una pasmosa sencillez y sin embargo de una profundidad sin límites, son un ejemplo de la pureza que buscaban y lograron alcanzar los cultivadores del número 27. Sus ilustraciones, a las que haré referencia específicamente más adelante, un sueño de sinestesia, que es resumen y quizás también sustento de las palabras descritas, tal y como lo fueron en su día para muchos de los escritores que admiradores de Góngora firmaron su sello en aquel centenario en el Ateneo sevillano al abrazo del ilustre y sin embargo torero, el inmortalizado por Federico, Ignacio Sánchez Mejías. Y finalmente, su rúbrica, el puño y letra de Lorena, describe la magia de aquellos libros totales, en los que pintura, dibujo e incluso olores y esencias se daban la mano. Porque el 27 era un número multidisciplinar y sus obras buscaban el sentimiento más allá o quizás, a pesar de las letras. Por tanto, mi sentencia es la siguiente: El poemario (la piel desnuda) de Lorena Larrañaga es, en esencia, tan antiguo en su espíritu como moderno y contemporáneo en su lenguaje. Homenaje de una época y al mismo tiempo genio y figura, porque la escritora, magistral, así lo concibe. Y si no tuviera nada que ver con sus expectativas, si todo esto fueran elucubraciones sin fundamento, mejor que mejor. Porque, ¡qué privilegio ser comparada, supongo, con los más grandes a pesar de no tener ni siquiera la más mínima intención de serlo! ¡Qué privilegio, de igual forma, ser comparada y sin embargo tener un estilo propio, definido, intransferible! Ese todo o nada del que hablaba anteriormente.
¿Qué decir más de esa piel que la autora se arranca ante nosotros? ¿Cómo ha podido hacerlo y más aún, cómo ha podido reconocer que es un acto biográfico sin ningún tipo de pudor o miedo? Porque entiendo que se hable del amor, de su pérdida, de su locura, de su pasión pero no que se haga de una manera tan honesta y sincera, que se haga abriéndose en canal, como siendo testigos primeros de todos los estados por los que pasa el enamorado no correspondido, melancolía, frustración, inseguridad pero también y finalmente, serenidad, calma y sosiego. Aplaudo y valoro este descarne del que hablo y que nos abraza, conectando con nuestros propios sentimientos, porque quien más o quién menos, ha pasado de alguna manera por lo mismo. Por tanto, el libro es más que un poemario, un mapa en el que encontrarse, un espejo en el que mirarse y sentirse comprendido.
Y aplaudo al mismo tiempo, que dichos sentimientos no hayan sido camuflados en un intento de protección, como una coraza que no duela. Porque aunque todo acto literario tenga algo de su autor y sobre todo la poesía, este viaje al alma y a veces a los infiernos de Lorena, es una delicia, un lugar en el que cobijarse. Porque la gente, yo al menos, quiere morir en la sinceridad cada día, encontrarse con ella cara a cara para poder salir del abismo de la pérdida. Para poder vivir otra vez después de haber muerto demasiado pronto. Una fuerza y valentía que, al igual que sus versos, me emociona y me traslada a un mundo maravilloso, el de los sentimientos a flor de piel. Una autenticidad que muchos buscan y pocos consiguen en este a veces juego de máscaras llamado literatura.
Al mismo tiempo, me llama mucho la atención lo atropellado de la letra de la autora, que nos deja vislumbrar algunos de sus poemas tal y como fueron escritos en papel. Esto es hermoso e igualmente denota una pasión inusual por lo escrito. Es una grafía atropellada, que en su dedicatoria a la madre, dibuja, incluso, dos caras que se besan y que subrayan, una vez más, la vocación multidisciplinar del texto, mezclando imagen y versos y en ese preciso instante, haciéndose una única cosa, como si fueran lo mismo y como si el refrán quisiera decir en realidad, “ambas valen lo mismo, mil imágenes y mil palabras”. Según la grafología, a la que soy aficionado, esta letra nos diría muchas cosas sobre la autora, todas igualmente elucubraciones que pueden no tener nada que ver con la realidad. Se trataría de una mujer muy creativa, con un talento arrollador, pero algo tímida y nerviosa. Emprendedora, con don de gentes, aunque celosa de su intimidad, a pesar del descarne. En fin, una enamorada del arte en todas sus formas, ¿puede ser todo esto cierto? ¿Quién sabe? Lo único verdadero es que es una gran escritora, impulsiva y maravillosa. Una escritora de las que ya no quedan aunque las haya todavía. Una paradoja, otra vez, como las de principios de siglo.
Me encanta también, cambiando de tema, la estructura del poemario, con prólogo, escrito por un buen amigo y mentor (según palabras de la propia autora) y epílogo de la ilustradora, Ángela Gavilán. A partir de aquí tres capítulos y tres caminos claramente diferenciados pero que hacen referencia al título, PIEL, ESPERA y cómo no, LLUVIA y por tanto los tres estados por los que pasa el enamorado, desde la llama encendida, hasta el soplo del mar y una ola que lo apaga todo. Las ilustraciones de Ángela son maravillosas y no creo que haya mejor paisaje para conectar con los versos de Lorena en un acto de simbiosis maravilloso y necesario. Ángela capta a la perfección algunos de las imágenes que la autora plasma en palabras y así, se besan, como haciendo el amor desde un punto de vista artístico. Una comunión de almas que es una razón más para leer el texto completo fijándose en cada detalle.
En definitiva, un poemario totalmente recomendable que debe leerse de forma pausada y con calma, como se bebe el buen vino y degustarse, sentado, quizás en un ateneo, como ya lo hicieron nuestros antepasados. Porque estas letras, sin duda, se escriben con hilo de plata, con ese hilo que es historia y que, al mismo tiempo, es pura pasión por la palabra. Muchas gracias Lorena.
Comments