Paseaba por un poblado pequeño en el este de Europa, cuando comencé a comprobar que muchas de las historias más fantásticas tienen un origen no tan absurdo como nos quisieron hacer creer.
Un ancianito sabio me contó las leyendas de la zona. Además de las de Drácula, el hombre lobo, caperucita y O.J Simpson, también estaba la de una criatura mucho más temible.
La ciencia lo llamó el “Gaybi loro”. Esta criatura era una mezcla de hombre lobo, vampiro, zombi y gay (además era muy conversador). Por lo que se especula que además de la magia y la prostitución, otra antiquísima práctica fue la de la orgía.
La leyenda cuenta que se encontraba solo, y que, aun siendo partes de comunidades tan distinguidas, no tenía familia. La soledad y la eternidad no eran buenas para este ser.
El anciano me contó que para matarlo se necesitaba una estaca de plata para clavar en su corazón durante el acto sexual y arrancarle el cerebro (todo a la vez). Quizás por eso nunca nadie consiguió derrotarlo.
Se sabe que era muy sensible y que intentaba con énfasis conseguir un compañero para transitar las amarguras que le producía su marginal existencia. Al parecer tenía un don para los discursos y era capaz de pasarse largas temporadas hablando ininterrumpidamente sin necesidad de alimentarse, descansar o ir al baño.
Un día consiguió obnubilar la decencia de un monje ciego y al parecer tuvieron una noche colmada de los más lujuriosos placeres. Pero al amanecer el monje le dio su bendición, le perdonó sus pecados, y lo invitó a la misa. Esto rompió su sensible corazón y el despecho lo llevó a cometer terribles actos de vandalismo.
Se disfrazaba para mezclarse con humanos y asistía a la opera con el solo propósito de esperar la oportunidad de echar las más ruidosa y maloliente flatulencia en la platea. También violaba a los más asquerosos ejemplares de la realeza. Y cada víspera de navidad contaba a los niños que los reyes magos son los padres disfrazados.
Había que tomar medidas extraordinarias. Los pueblos vecinos decidieron unirse contra el enemigo común. Debatieron durante una larga jornada los métodos para acabar con la infame criatura. No conseguían acordar un método hasta que el arlequín cayó rodando por el alfombrado salón. Se hizo un silencio y los señores reflexionaron que la mejor forma de quitarse la criatura de encima era atraerla hacia ellos.
Idearon una trampa que consistía en poner como carnada a los jóvenes más bellos y vírgenes maquillados como perros, pero dentro de una jaula que caería sobre su espalda una vez que el Gaybi loro intentara dar un discurso a estos muchachos. Luego lo encadenarían para violarlo, arrancarle el cerebro y clavarle la estaca de plata en el corazón.
La luna llena aguardaba el triunfo de la trampa. Nadie tuvo en cuenta que la pobre criatura era muy sensible y que aún deshojaba margaritas, bebía hasta embriagarse y cantaba canciones románticas que decían algo así como “hombre fiel de cuatro décadas… quiero beber de tus entrañas… y mientras las aves vuelan… bebiendo tu veneno”, o algo parecido (con el clavicordio hubiese sonado mejor que a capella).
Entonces sucedió. Se acercó a la trampa para liberar a esos muchachos que enfrentaban el miedo con la suficiente gallardía como para soportar ser la carnada. La trampa cayó. Lo ataron con cadenas, lo violaron, le clavaron la estaca de plata y le arrancaron el cerebro y por las dudas lo prendieron fuego.
Pero como la maldad del hombre no tuvo límites esa maldita noche, el humo de la hoguera se esparció por los poblados y fui respirado por todos sus habitantes. Esto los convirtió a algunos en zombis, otros en vampiros, otros en hombres lobos, y a otros en gays (también hubo varios individuos que aseguraron que se dedicaban a la política).
Cuando se supo la noticia en los reinos linderos, se propusieron vacunar a sus vecinos para evitar mayores problemas. En aquél entonces, la medicina no era desarrollada como en estos días. Así que lo mejor que pudieron hacer fue recolectar unos hongos, extraer sus mejores propiedades antibióticas y dar una dosis a cada uno de sus vecinos.
Nadie supo si tuvieron éxito. Nadie sabe con certeza que pasó con todos ellos. Lo que sí es cierto es que no enterraron los restos del Gaybi loro. Nadie esperó que un monje ciego haya sido capaz de inseminar un huevo que crecía dentro de esta criatura y que está ahí, en una cueva secreta, esperando a que alguien lo caliente lo suficiente como para nacer y ser la secuela.
"Y cada víspera de navidad contaba a los niños que los reyes magos son los padres disfrazados": ¡de verdad qué malvado! jajaja me pareció súper gracioso eso. Todo perfecto. Muy original. Felicito al escritor. Le doy 10 puntos.
muy entretenido, maestro, 8
Demasiado extraño para mi gusto No me enteré de mucho Esta bien escrito CD Le otorgó cuatro puntos
Gaybi Loro: un relato que combina varios rumbos fuera del género. Muy bien narrado, con un final inesperado. Mi calificación es un 8.
Un relato original, picaresco, una especie de ironía sobre el miedo, es excelente, aunque le hace falta un cierto toque tétrico. De temática libre le daría un nueve, pero por honestidad intelectual debo calificar el género terror, así que, mi voto es un ocho