Hoy quiero dar las gracias a Aitor Fernández por haberme dado la oportunidad de leer un poema tan maravilloso. Con 35 años de edad, el autor ha trabajado en diversos oficios al mismo tiempo que nunca ha perdido su amor por las letras y las artes en general a las cuales profesa una gran admiración.
POEMA: FIEBRE EN MI MEMORIA.
Oigo una y otra vez el suspiro de tu mirada.
¿Dónde estás ahora, que remanso te contiene?
¿En qué brazos estas latente y entregada?
¿Quién te procura, se desvive y te retiene?
¿Quién te preocupa, te desvela y te merece?
Soy todas las cervezas que derramaste, que derrame,
que derramaron todos los borrachos sobre las mesas,
en los bares, en las calles, en las casas, en los baños.
Soy todos los ceniceros desbordados de filtros manchados
de rosa, rojo, amarillo y naranja. Pálidas frambuesas.
Soy todos los besos que no he dado y que me han robado.
Soy mi sombra partiéndose escalón a escalón por todas las escaleras.
Soy un cadáver con las venas abiertas flotando en una bañera
con sales y flores en un acuario abandonado y graffiteado.
Soy estas amargas manos que escriben de marchitos tulipanes.
Sos todas las postales ajadas por vendavales
en los giratorios de los museos y los planetarios.
Sos todos los libros que nunca leí, que no comprenderé.
Sos todas las flores en otoño, en invierno, en primavera y verano.
Sos todos los estantes de bibliotecas con sus misterios detrás de las letras.
Sos toda la distancia entre los polos, eso que dicen Mundo.
Sos el punto Nemo en el pacifico sur, donde habita un Dios primigenio.
Eras toda la música que me regalabas.
Eras todas las noches de verano estrelladas.
Éramos la marea nocturna encendida de noctilucas.
Éramos las sabanas desordenadas de todas las camas.
Somos esquelas sin leer en un correo abandonado.
Somos todo lo que no fuimos y lo que no seremos.
Y es siempre el adiós, jamás el reencuentro.
Es siempre el pasado y la mutación. El cambio,
los desconocidos, los cómplices, la mentirosa amistad.
Nunca fuimos los mismos ni después ni ahora ni antes.
¿Dónde ha quedado mi amor primaveral?
Quiero ser el viento acariciando tu pelo, despeinándote.
Quiero que seas el sol invadiendo la cama y despertándome.
Quiero diluirme como un hielo en un whisky,
ser el vaso que toca tus labios y se resquebraja.
¿Podes ser toda la distancia que hay entre los polos?
¿Podes ser el mundo entero, de cultura a cultura?
¿Podemos mentirnos una vez más con verdadera emoción?
RESEÑA: AITOR FERNÁNDEZ: POETA CLÁSICO Y CONTEMPORÁNEO
Aitor Fernández es una persona extraña. No lo digo porque lo conozca mucho y pueda sentar cátedra de mis palabras sino, precisamente, por todo lo contrario, porque no es un escritor al uso, de estos que alardean hasta la saciedad sobre sus méritos literarios y buscan lectores como quien busca un tesoro. Lleva casi desde el principio entre estas “cenizas” y sin embargo, aún no se ha quemado. Participa, interacciona, critica, debate y no reivindica la parcela de notoriedad que otros y en otras plataformas, ya habrían proclamado como quien pone su bandera en el pico más alto de una montaña. Aunque esa montaña se haya construido, quizás, en base a una mentira y que para más inri, lo sepan.
Por tanto, me interroga y al mismo tiempo, me congratula enormemente, que haya personas como él, que desde la discreción, el respeto y la tolerancia absoluto, escriban de una manera no sólo correcta, sino mejor que mucha gente, que en estas redes y a diario, se da muchos golpes de pecho. TENÍA QUE DECIRLO ANTES DE COMENZAR A COMENTAR SU POEMA.
Hace cosa de un mes, cuando empecé a promocionar mis reseñas, Aitor se atrevió a mandarme unos cuantos poemas de su producción. Al leerlos lo tuve claro, aquí había que destacar uno en concreto, a pesar de resultarme todos espectaculares y así lo estoy haciendo.
El poema al que me refería y que lo considero una pieza de alta creación literaria, lleva por título FIEBRE EN LA MEMORIA y ya desde su nombre, creo que te arrebata el corazón. Es posible que lo mismo que sintiera el autor escribiéndolo, pues al contactar con él, me aseguró que era uno de sus predilectos.
El poema, de estilo y estructura contemporánea y sin embargo, alma clásica, es una patada en el estómago para todas aquellas personas que al intentar olvidar han tatuado al amante, aún más, en la carne, como la negrura incandescente en la res. Y QUIÉN MÁS O QUIÉN MENOS HA TENIDO QUE VIVR ALGO SIMILAR.
Por tanto, de obra antigua conserva la esencia del amor y sobre todo el desamor como motor del mundo, como tópico griego que se perpetúa y que se convierte, como la nostalgia, en bálsamo y látigo para un alma que añora.
Especialmente interesante es el uso de los recursos estilísticos, que se dan con mucho tino, inteligencia y acierto. Son recursos como la repetición, la reiteración, el pleonasmo, el oxímoron o la metáfora, que quizás en otras manos caerían o podrían caer en el ridículo, pero que Aitor justifica y refuerza a través de unos versos y unas estrofas, que a pesar de su dificultad, la que emana del estilo urbano, se dan con fluidez. Un estilo que supongo, deriva de sus muchas y acertadas lecturas, algo que sé tras leer otro poema de su autoría y que alaba sin fisuras a los maestros, que supongo, le han guiado en el camino.
En definitiva, una delicia que espero seguir disfrutando. Desde aquí ofrezco a Aitor la posibilidad de que me mande todas las poesías que le dé la gana y que lo siga haciendo con las mismas ganas, el mismo respeto y sobre todo, la misma ilusión. GRACIAS.
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