Hoy quiero destacar el texto INOCENTES, CULPABLES Y CONDENADOS de mi amigo Rodolfo González. Puedes leerlo pinchando en el siguiente enlace. Te lo recomiendo infinitamente. Gracias.
TEXTO DESTACADO: INOCENTES, CULPABLES Y CONDENADOS
Yo me encontré inmerso en una soledad que no me dejaba vivir, disfrutar, sonreír y volver a ser yo. Algunas veces decía que quería que nos separáramos (imagino que tenía que ver con su amante), pero luego alegaba que me amaba, que la aguantara, que se sentía mal y que necesitaba tiempo para que ambos estuviéramos mejor.
Volví a creer en la religión oriental y me convencí de que me merecía todo lo que me estaba pasando: despertar llorando, trabajar sin ganas, respirar sin vivir y caminar sin rumbo. Todo ese dolor era mi responsabilidad por haber roto corazones, por no saber ser un buen esposo, porque fallaba en lo que más énfasis ponía.
En otra de mis ideas estúpidas, decidí volver el tiempo atrás y encontrar a la primera mujer que desilusioné, intentar pedir perdón para liberarme de todo el dolor que me pudría la vida.
No fue difícil. Por suerte ella accedió a encontrarnos y, luego de contarnos nuestros patéticos presentes, la historia se repitió.
Quizás no se había apagado la llama o quizás ambos necesitábamos el cariño que nos negaban nuestras parejas. De esta manera, nos hallamos como dos adolescentes haciendo cosas de enamorados en parques, ríos y hoteles.
Ella se había transformado en una gran mujer. Era madre, pero seguía con esas ideologías absurdas y egoístas. Nos dejamos llevar, pero el amor por mi mujer todavía estaba en mí. Eso de que un clavo saca otro clavo no estaba resultando; sin embargo, ella me daba la alegría que me eludía, las ganas de vivir que necesitaba, el cariño que le sobraba y el oído que me hacía falta.
Pero algo inesperado sucedió. Quizás la culpa hizo que mi esposa me pidiera que buscara otra mujer para satisfacer mis placeres mientras ella se recuperaba de su dolor (como si yo no supiera del sufrimiento que la estaba aquejando).
Dejándomela fácil, me dio la libertad de intentar hacerle el amor a quien me estaba haciendo feliz con la simpleza de sus gestos y demostraciones de afecto. No salió muy bien, los dos estábamos nerviosos, desnudos de ropa y de almas. Lo intentamos y resultó algo parecido al sexo. Ninguno de los dos dijo nada del tema, pero sentí renacer algo en nosotros.
Mi mujer sospechó que había otra persona y, a pesar de que ella me lo había propuesto, fue suficiente para que una vez más me propusiera la separación. Yo la llevaba en mi corazón, y aunque traté de arrancarla y olvidar todos los años de felicidad que compartimos, no pude hacerlo.
La otra se puso impaciente. Quería que tuviéramos una relación sana; me proponía sueños, aventuras y que me separara para quedarme a su lado.
Estos extremos me enloquecían y mi vida se estaba transformando en un calvario. Pese a saber que podía contar con la que en ese momento se convirtió en mi primer amante, no tenía fuerza para iniciar una relación estando enamorado de mi mujer, hasta que, en un acto de violencia, ella me dijo que lo que me estaba haciendo era un castigo por mis actitudes y que en realidad no quería separarse; lo que necesitaba era lastimarme.
Intenté explicarle a mi amante que no podíamos vernos más. No le gustó y creo que le rompí, otra vez, su corazón.
Mi mujer lloraba por mi supuesta infidelidad, y como decía antes, los que sufren el castigo son los que saben que se comportaron de forma poco honesta, y los que los rodean tienen que soportar el dolor por consecuencia.
A los tres no quedó el corazón en mil pedazos. Mi mujer no confía más en mí, ni yo en ella. No nos separamos, seguimos juntos. A veces nos miramos como dos extraños, pero sé que ella está intentando que volvamos a amarnos como antes. Mientras tanto, yo espero aprender a amar, y me arrepiento de no haberme dado a mí mismo todo lo que le di a ella.
Cada vez que recuerdo la maldad que nos hizo, se me estruja el corazón y no entiendo cómo puedo seguir enamorado de alguien tan perverso.
Tres veces tuve la oportunidad de amar a la misma mujer y no pude hacerlo. El lobo salvaje que vivía en mí ya no conoce de noches de luna llena, de sueños y de estrellas.
La otra también sufre y sé que me extraña. El olvido es lo único que nos puede salvar. Los recuerdos son para gente fuerte. Quisiera olvidarlas a las dos y que ellas me olvidaran a mí.
Nosotros tres somos frágiles: mi amante como un cristal, mi mujer como una bomba, y yo creo que mis sentimientos son tan dispersos que, en vez de tener demencia en el cerebro, la tengo en el corazón.
Alguien que miente en el amor no tiene derecho a romper tantos corazones, y quizás todo este asunto del karma es para mi mujer. Mi primer amor y yo solo fuimos los daños colaterales de una infidelidad ajena.
Mi mujer duerme abrazada a mí, todas las noches, sin merecerlo. Y yo no sé si soy un juguete, un premio, un capricho o si sigue a mi lado por vanidad.
No puedo negar que extraño la sonrisa y los sueños que no llegamos a concretar con mi única amante, pero no se puede tener todo lo que se quiere. Siempre quise ser yo mismo, pero también me olvidé de mí.
Ya volveré a tener mi castigo divino por lastimar el corazón de la que quiso arreglar el mío. Los tiempos oscuros se acercan y la memoria debería ser prohibida por toda la eternidad.
RESEÑA
RODOLFO GONZÁLEZ: SIGUE CAMINANDO…
Esta es la segunda vez que destaco un texto de mi gran amigo cibernético Rodolfo González y no sé si será la última. No sé si será la última porque su evolución desde que nos conocemos, dos años ya, ha sido enorme y creo, estoy seguro, que en el futuro su prosa y su poesía serán dignas de elogio e incluso puede ser que venero. Y aunque así no sea, al menos, yo voy a subrayar su talento en estas líneas. Porque él no es como el resto, sino un elegante caballero del siglo pasado que ha errado su fecha de nacimiento…y eso impone respeto y da seguridad.
No son buenos tiempos para mi hermano argentino. A veces la vida nos da la vuelta y nos coloca en un momento y un espacio que no deseamos. Pero lo bueno es que el arte, y en este caso la literatura, sigue devorando, como un lobo feroz incapaz de resistir el embiste de la carne, al acecho, en cualquier instante. Y ese instante puede ser la chispa necesaria, ese brote, esa inspiración que necesita cualquier creador a pesar o a causa de las tinieblas en una noche de luna llena.
Tanto es así que el último texto de Rodolfo, un relato bien pensando, medido y calculado, es su mejor escrito hasta ahora, (desde mi humilde y modesta opinión) Un compendio de sentimientos, que más allá de la herida, se muestran en serenidad, calma y equilibrio, hallando con presteza esa magia que sólo se consigue, cuán científico depurado, colocando la palabra justa en el lugar justo. Un ramillete de frases y pensamientos colgados en el fondo mismo de su alma y que rebosan pasión y a veces, por qué no decirlo, locura y desespero. Pues el arte no es más que un grito humano, que se expande en el lienzo, el papel o el mármol, que sé yo. Un grito que se atora en la garganta y que ha de salir a base de, en este caso, miles de letras que claman en medio de una hoguera.
Rodolfo, amigo, sigue caminando hacia ese lugar que son los sueños que anhelamos. Y sigue deleitándonos con tu talento, que si no infinito, al menos si es honesto, sincero y sin filtros. TE ADMIRO.
TU AMIGO ROMÁN.
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