Quiero destacar esta vez la obra de Eli Becerra Ludeña, una joven peruana con múltiples inquietudes artísticas y que escribe poesía con pasmosa elegancia.
POESÍA DESTACADA
Insignificantes.
Somos de instantes
Y el cielo es testigo de ello.
Altaneros y soberbios,
Tristes dueños de la nada.
Somos segundos.
Volteando a ver nuestro
Trivial reflejo en la vajilla blanca.
Bajemos la mirada
Y veamos que también hay vida,
Florecillas,
Una oruga,
La hormiga que se cuela
Entre tus pies.
RESEÑA
ELI BECERRA LUDEÑA: POESÍA SIMPLE, PURA Y TREMENDAMENTE REFLEXIVA
En una conversación con la autora, me confesó que sólo se sentía capaz de escribir poesía porque era el lugar en el que se encontraba más cómoda. Después de leer varios de sus versos, no es que lo entienda, porque estoy seguro de que podría enfrentarse a cualquier tipo de desafío artístico o literario, pero sí que es verdad que sus poemas son tan puros, tan delicados y al mismo tiempo, tan reivindicativos y llenos de fuerza, que si sigue únicamente por ese sendero, ya estaría aportando algo mágico y genuino al mundo de las letras.
En este poemita, y no lo minimizo por menospreciarlo, sino por sus reducidas proporciones, Eli pone una vez más toda la carne en el asador y lo hace de forma práctica y sencilla, sin estridencias, con inteligencia, reflexión y pasmosa elegancia. En pocas palabras reduce lo que somos a un mísero instante y el mundo que nos rodea a un interrogante, a una sombra que jamás será revelada. Porque al ser humanos nos creemos superiores y muchas veces, fundamentales y no nos damos cuenta de que no somos más que la tierra y aquella hierva que también pisan el resto de los animales, las hormigas o incluso los organismos unicelulares.
Porque a veces hay que bajar la mirada y encontrarse con lo que posiblemente es nuestra única verdad, nuestra insignificancia ante un universo lleno de estrellas y planetas. Tal y como cita literalmente la autora en un atisbo de sabiduría y arrebatadora sinceridad, somos “tristes dueños de la nada” que yo añadiría, es ese “todo” que creemos dominar y que no es más que el reflejo de nuestro propia ignorancia. Pero no somos ignorantes porque así lo pretendemos, sino porque, no podemos llegar a más, no somos capaces de ello.
En definitiva, una obra sencilla, pero tremendamente reflexiva, que deja a un lado los artificios y se centra en lo puro, en la esencia y depura la palabra con pasión y absoluta presteza. Un camino, el de Eli, que a pesar del interrogante tiene una certeza, va a llegar a cuotas de éxito insospechadas. Muchas gracias.
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