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RODRIGO MARTÍNEZ PUERTA Y SU DÍA UNO:, CUANDO EL FINAL ES EL PRINCIPIO




"DÍA UNO" RELATO DE RODRIGO MARTÍNEZ PUERTA Y NUESTRA RESEÑA


Cuánta placidez en la viscosa oscuridad de mi letargo, tan sublime que me encuentro casi flotando, desnudo, con el sepulcral silencio de la mente en blanco, como haciéndome a fuego lento. Arropado por el caliente baño del tiempo quieto, permanezco inmutable, ataráxico, hecho un ovillo de calma, alimentándome del sueño y de la nada, sólo latiendo... Mi sosegado lecho apenas agita su marea con la levedad de un suspiro, incapaz de desvelarme; sin embargo, de pronto ya no siento el gel de mi burbuja, ahora rompo a tiritar. Una luz me arrastra hacia un enjambre ruidoso e insufrible. Lloro de miedo. Su aire helado me azota mientras mi vientre sangra entre multitud de manos. Chillo, pero voy cayendo rendido, agotado... Cuando despierto, limpio y apacible, me desperezo percibiendo una suerte de calor nuevo, diferente a todo lo conocido, piel con piel, además de un eterno aroma a dulces caricias. Me gusta. Al suave abrigo de unos acogedores brazos —desde su seno mullido hasta la comodidad del regazo— bajo el sufrido brillo de un rostro resplandeciente, descubro unos ojos que me sonríen una promesa indestructible: —Bienvenido al mundo, hijo mío. Mamá nunca dejará de quererte. FIN NUESTRA RESEÑ DE "DÍA UNO"

“DÍA UNO” CUANDO ACABAR ES EL COMIENZO Hay relatos cuyo final te pone una sonrisa en los labios o la carne de gallina o te impacta o te hace reflexionar y otros, sin embargo, cuyo telón condensa todos esos sentimientos y más, como el broche de la más valiosa de las joyas. Es el caso de la propuesta que nos trae Rodrigo, pues “Día uno” es, fundamentalmente, puro sentimiento y pura reflexión. Un viaje a lo más profundo de nuestro interior que nos hace vibrar y nos emociona, un ejercicio de auténtica pasión por las letras que se abre ante nosotros como un mapa existencialista, como aquello que nos conecta a la madre tierra y, de alguna forma, nos alinea. Porque en esa sorprendente última frase de la que hablábamos antes, el autor, paradójicamente, nos lleva al principio, al origen, a la búsqueda de la esencia y lo hace navegando con auténtica presteza por los aguas de un líquido amniótico que también es final pero es comienzo, una aventura original y deliciosa, que enamora. Y por tanto, en apenas treinta líneas se medita sobre la vida y su milagro, subrayándose sentimientos tales como el amor, la ilusión o incluso el miedo a lo desconocido. Pero además, nuestro flamante ganador nos regala parte de su virtuosismo a través de un rico y diverso lenguaje, engarzado con mimo, que le da mayor fuerza, si cabe, a un relato que se despliega ante nosotros como una rosa, en perfecto equilibrio entre estética y belleza. En definitiva, un maravilloso texto que recomendamos totalmente y a cuyo autor le auguramos un hueco, si no destacado porque hoy en día es muy difícil, pero al menos bastante importante en el mundo de las letras. Ha sido un honor leerlo y más aún, un placer comentarlo. No lo duden y acérquense a este vientre que nos lleva, sin prisa pero sin demora, al “día uno”.



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